miércoles, 24 de septiembre de 2014

(V) LA RAZON DE LA SINRAZÓN. EL MINISTERIO DE AGRICULTURA, ALIMENTACIÓN Y MEDIO AMBIENTE INVESTIGARÁ LA GESTIÓN DE LOS RECURSOS PÚBLICOS SOBRE LOS QUE “EL CONFIDENCIAL” ESTÁ DANDO CUENTA

  



Ha tenido que ser a través de la investigación periodística de "El Confidencial", plasmada en cuatro artículos por su redactor, que se obtenga réplica Ministerial ante “la respuesta estéril de aviso de auxilio de los empleados públicos de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir a su Ministro”.

“La razón de la sinrazón que a mi razón se hace…” son palabras que pone Cervantes en boca de Don Quijote, palabras a las que el Ingenioso Hidalgo daba vueltas sin cesar en su cabeza y que fueron las causantes de que perdiera la cordura.

“La razón de la sinrazón”, uno de los últimos relatos de Pérez Galdós, nos muestra una sociedad que no difiere mucho a la de hoy en día, donde se nos describe que la razón no rige el mundo, sino que reina, tanto en la ciudad como en el campo, la sinrazón, el afán ciego y sin freno de poder, de riqueza; lo que engendra corrupción, engaño, injusticia. El autor, como fábula y con moraleja, nos retrata, bajo su rico verbo académico, transparente y castizo, y con un punto de ironía, la sociedad española de principios del siglo XX sometida a una desatada sinrazón maléfica que trastorna el mundo social y político a la que también le empuja el deseo ideológico de proponer soluciones.  

La sátira a las costumbres de la novela de caballería y la autenticidad de la novela realista nos llevan a la conclusión que la razón, la moral y el sentido, coinciden en la constatación de una falta... una falta de razón, de moral o de sentido.

Quizá el peso de la culpa abruma, porque la culpa tiene una importante misión. Nos brinda valiosa información sobre las consecuencias de nuestras acciones. Es el monstruo que responsabiliza a las personas inmovilizándolas y denigrándolas. Ejerce de brújula moral, indicándonos el camino a seguir. Nos marca límites. Y nos propone redimirnos, rectificar, salir de nuestra zona de comodidad y disculparnos. O al menos, intentarlo.  Sentirnos responsables permite el cambio. Eso sí, la culpa tiene mil caras.  

Gestionamos tan pobremente esta emoción, que tendemos a tratar de librarnos de ella buscando culpables a nuestro alrededor. De hecho, vivimos en una sociedad que tiende a penalizar el error o a ocultarlo, según convenga. 

No sabemos si es la razón de la sinrazón, el peso de la culpa, la polisemia del silencio o la publicación continua en un medio de comunicación de las irregularidades constatadas lo que ha llevado al Ministerio, a través de su Inspección General de Servicios, a lo que parece ser, tomar parte en el asunto sobre la gestión de los recursos públicos en la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir e intervenir sobre lo que los empleados públicos del Organismo llevan denunciando desde finales del año 2012 y que ha sido ignorado desde entonces.

Nadie mejor que nosotros sabe que “Quien mira lo pasado, lo porvenir advierte”, ¡Cuánta razón Don Félix Lope de Vega!.  

Esperamos que "El Confidencial" siga dando cuenta del asunto.

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