Las elecciones dominarán este año de 2015.
Municipales, generales y, en algunos lugares, también autonómicas y sindicales.
Se nota, porque hemos entrado ya en un bloqueo por el que nadie se
atreve a tomar medidas de cierto calado, por temor a sus repercusiones en las urnas.
Se multiplican los enfrentamientos
entre partidos políticos y también entre la representación sindical, tratando
todos de maximizar su provecho
electoral, aunque sea a través de medios discutibles. Aún
parece ser válido lo de que el fin justifica los medios.
Visto el panorama, las (presuntas o flagrantes)
prácticas corruptas parece que van a ser pasadas por alto porque en general el
electorado se mueve más por razones ideológicas que por razones éticas.
Lo que no se debería aceptar es
que una vez descubiertos, o investigados, o inspeccionados y, en su caso,
juzgados, los casos de grandes o
pequeñas corrupciones las consecuencias sean irrelevantes. Puede que los
efectos de la corrupción no tengan grandes repercusiones en las urnas. Así no
se prosperará. Sin transparencia no hay libertad ni crecimiento.
Hace unas décadas se popularizó la
tesis de que todas las propuestas de gasto público deberían ir acompañadas de
su correspondiente plan de
financiación; si se hubiese aplicado ese criterio, la situación
sería muy distinta. Claro que alguien se beneficia de ese gasto no
adecuadamente financiado. Entramos en terreno fangoso.
¿Cómo se pueden producir estos grandes robos y
desarrollarse de una forma legal sin que las autoridades se den cuenta de ello?
No se sabe. Imaginamos que, los grandes ladrones, van por delante de las leyes
o aprovechan los vacíos que existen y quién sabe si logran “silencios”
sobornando hasta “al botones del departamento fiscalizador”.
Por muchas
explicaciones que se den, algunos no creemos ninguna, puesto que el dinero y más en
esas cantidades ya inimaginables, no puede ocultarse y su ruta se ve claramente
que va camino de una estafa monumental que de vez en cuando salta a la prensa.
Es evidente que todo está perfectamente estudiado para transmitir un mensaje claro a favor del personaje en cuestión. Informaciones contrastadas y pulidas.
Los problemas van apareciendo por todos lados. Y no resultan fáciles de resolver. Todo, completamente todo, va tomando el inconfundible aroma de un inevitable fin de ciclo.
Es evidente que todo está perfectamente estudiado para transmitir un mensaje claro a favor del personaje en cuestión. Informaciones contrastadas y pulidas.
Los problemas van apareciendo por todos lados. Y no resultan fáciles de resolver. Todo, completamente todo, va tomando el inconfundible aroma de un inevitable fin de ciclo.
Entretenidos y distraídos con mil
y una artimañas, en el dintel mismo del abismo nos encontramos. Nuestras ropas
huelen ya a chamusquina pero nos empeñamos en darle y darle al ambientador para
tapar ese olor.
Algunos no dudamos que hoy impera
el sistema de botín en el que el vencedor electoral, en todos los ámbitos
referidos (político y sindical), y sus adláteres se cobran los puestos como despojo y desalojan a
conveniencia propia y sin rastro de mínimas garantías jurídicas a quienes
pueden incomodarles por las más variadas razones, incluidas probidad,
honestidad y decencia.
Mientras tanto crecen los
contratos millonarios de obras y servicios que nunca cumplen lo estipulado.
Nadie
parece indignarse dentro de las administraciones dado el clima de cinismo y
terror que ha terminado imponiéndose.
Y lo grave no es que nadie se
indigne y lo haga patente sino que hay muchos que se prestan a la mascarada de
constituirse en miembros de esa instancia "informal" intimidatoria y
acosadora.
Así de dislocado esta este patio
en el que se mezclan, además de otras raleas, los miedosos con los
inescrupulosos.
Convertido el derecho
administrativo en desnudo lenguaje del poder y aniquilado el efecto directo de
los principios de mérito y capacidad, de la llamada “eficacia indiferente” que
debe de acompañar a la “imparcialidad” de los empleados públicos, y con la
mayoría de los funcionarios de niveles 26, 28, 29 y 30 acantonados en sus
consolidaciones o en sus procesos de consolidación, la tropa y los mandos
intermedios (cada vez menos intermedios y más tropa en la que se mezcla
premeditadamente churras con merinas) están al azar de las arbitrariedades del
jefecillo accedido a tal por el juego de espejos deformantes de las libres
designaciones, comisiones de servicio, adscripciones provisionales y los concursos dirigidos.
Mientras tanto, el cada vez más numeroso ejército
de personal de empresas externas actúan de espectadores cuando no de "jefecillos consentidos", cuando no de
"testigos protegidos".
Es aquí donde entra en juego la
cascada de prevaricaciones más variadas e infames que presiden el diario actuar
en el ámbito público; atentatorias no sólo al interés general sino del esfuerzo
contributivo de los españoles, incluídos aquellos servidores públicos, que no defraudan en ninguno de los sentidos.
En esencia, nada nuevo,
simplemente más de lo mismo. Bajo el lema “son lentejas” el
empleado público no puede aducir derecho alguno o valor superior constitucional
que detenga el atropello: o acepta su involución a la categoría de esclavo o es
invitado a marcharse. Así de sangrante. Así de inconstitucional.
El optimista empedernido dirá que esas cosas son minucias, que han ocurrido siempre. Puede que lleve razón..."son lentejas"...
El optimista empedernido dirá que esas cosas son minucias, que han ocurrido siempre. Puede que lleve razón..."son lentejas"...
http://plataformaaguapublica.blogspot.com.es/2015/01/inevitable-fin-de-ciclo-pasar-por-alto.html
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