Existen gestores y jefes, directivos y mandos, que son
ejemplares, pero no podemos negar la existencia de abusos de poder y
perversiones.
Hay una amplia gama de malos hábitos de grado venial que
afectan a la calidad de la vida laboral en algunas administraciones, por lo que
nos toca, así es en la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir.
Muchos gestores y jefes, directivos y mandos, cuidan de
manera efectiva la relación con sus trabajadores y muestran valiosas
competencias sociales, hay, sí, algunos otros que, por diferentes causas,
abusan a veces del poder que administran, y no parece que actividad formativa o
curso alguno sobre gestión de recursos humanos y transparencia acabe con estos
excesos.
La comunicación interna casi nunca se ha resuelto bien en
este organismo y, aunque se vienen orquestando actos litúrgicos al respecto
(jornadas de comunicación; comidas navideñas, ferias diversas, etc.), lo cierto
es que falla la comunicación cotidiana con el jefe.
Puede haber cinismo corporativo pero quizá frustra más, en
su caso, el cotidiano en la comunicación jerárquica. Si no funciona la
comunicación, se resiente la efectividad de los esfuerzos desplegados y se
resiente, desde luego, la satisfacción profesional.
A veces, la mentira parece constituir una herramienta
legítima de gestión para el jefe, aunque no tarda en delatarse; así podemos hablar de
hermetismo, evasivas, hipocresía, subjetividad, disparidad en los esquemas
mentales y también del politiqueo feroz, las normas contradictorias, el cinismo
corporativo, los favoritismos, los intereses espurios, las deudas de gratitud,
el imperio de la apariencia, la mediocridad militante, la corrupción codiciosa
o negligente... conductas de
cuestionable legitimidad que vienen a viciar las relaciones laborales en este Organismo.
Son los vicios en la comunicación. Acceder a cualquier jefe
es, hoy por hoy, difícil, más difícil aún sí para dirigirse a la jefatura
habitual de recursos humanos en la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, el empleado público, al objeto de realizar
cualquier consulta de tipo personal-laboral, debe exponérsela primero al
ordenanza de turno quien informará de nuestra solicitud al jefe en cuestión,
quien decidirá si nos da audiencia, o, mediante el boca a boca, nos sugiere
presentar una instancia. Comunicación del todo defectuosa que desmoraliza a los empleados públicos que no alcanzan a entender esa inaccesibilidad
producida, fruto, pudiera ser, de la "opaca transparencia" que se está
ejerciendo contra toda norma en este Organismo.
A menudo, la diferencia percibida entre los mejores jefes y
los peores se basa en vicios relacionales, aunque sin duda es mucho más
deseable que esta diferencia se base en elementos positivos como la
contribución al desarrollo profesional de los empleados públicos, la idónea
distribución de tareas o funciones, la receptividad a iniciativas e ideas, la
calidad y calidez de la comunicación, la integridad, la autodisciplina, la
amplitud de miras, la perspicacia, la flexibilidad... Pero…esta administración
pública no está por la labor.
En otro orden de acontecimientos, las tradicionales promesas
son una práctica bastante común. Sin duda facilitan el control de la voluntad
de los subordinados, que hacen que el trabajador se mueva al servicio al jefe,
dicho de otro modo, se produce una corrupción alienante.
Sin un plan de recursos humanos para analizar las verdaderas necesidades reales
de personal que garantice una RPT acorde se procede al ANUNCIO:
Estas medidas que se llevan a cabo, sin una planificación
previa y exhaustiva de los recursos humanos pueden formar parte del culto al
ego y de una exhibición de poder.
«Las Administraciones Públicas estructurarán su organización
a través de relaciones de puestos de trabajo u otros instrumentos organizativos
similares que comprenderán, al menos, la denominación de los puestos, los
grupos de clasificación profesional, los cuerpos o escalas, en su caso, a que
estén adscritos, los sistemas de provisión y las retribuciones complementarias.
Dichos instrumentos serán públicos».Art. 74 EBEP.
El anuncio, como la publicación en el BOE de unos concursos
con plazas ocupadas por el sistema de comisiones de servicio “a dedo” y hechas
a medida del ocupante, no traen más que una remesa de promesas clandestinas,
que deberían erradicarse como práctica engañosa. A veces se promete lo que no
se puede cumplir.
Controlada
la voluntad del subordinado, el resto ya lo
conocemos, empresas “amigas” y trabajadores pertenecientes a sagas
familiares ocupando puestos contrato tras contrato,
quienes además controlan los datos personales de los ciudadanos que
están
protegidos por ley, ocupan las dependencias oficiales y hacen uso de los
recursos materiales del Organismo, saltándose en su tenor literal la
legislación vigente y sus normas e instrucciones de aplicación.
Sabemos que hay empleados públicos no suficientemente
íntegros en puestos de alto nivel, sin que este rasgo les haya impedido el
acceso a dichos puestos; de hecho, y aunque conozcamos a otros muchos empleados
públicos ejemplares, puede que la integridad haya dificultado alguna que otra
carrera profesional.
De forma atrevida, podríamos pensar que se puede ser feliz o
no en el trabajo, dependiendo del jefe que nos toque; aunque también los jefes
pueden pensar lo mismo respecto de sus subordinados. A estos jefes se les podría
decir también que sus subordinados no son tontos, y que no es sencillo
engañarles; y que no intenten competir en conocimiento con ellos, que eviten la
presunción de infalibilidad, que apuesten por la integridad y la acompañen del
buen juicio...
La deseada calidad de vida en el trabajo —sin perjuicio, y
aun en beneficio, de la efectividad colectiva— demanda un ambicioso desarrollo,
como seres humanos completos, de todos: directivos y trabajadores, todos ellos
empleados públicos, todos ellos servidores de lo público.
Podemos guardar silencio y correr el velo tupido habitual.
Nosotros podremos decir que vale la pena quejarse, aunque se nos siga
ninguneando.
http://plataformaaguapublica.blogspot.com.es/2015/03/vicios-en-la-comunicacion-interna.html
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